El día siguiente del oéoéoé

Bueno, no sé cómo se comportarán los de La Roja cuando no los miran, pero debo reconocer que tienen un aspecto más educado que sus hinchas.

Le gustará a un futbolista encumbrado ver cómo se comportaban esta noche todos los hooligans? Hooligans que fuera de la hooliganería a lo mejor no son tan groseros, animales y vergonzantes. Pero si pierden la cabeza de esa manera por el fútol, quién sabe cómo la pueden perder cuando  les pisan un callo.

Esta mañana, cuando fui a trabajar (6.30 am), aún quedaban por ahí algunos aulladores y algunos despojos. Los aulladores se tiraban casi de cabeza a la calzada y los coches hacían lo posible por no atropellarlos. Mira que si llegas a tu casa teniendo que contar que vas a ser juzgado por arrollar a un tipo abestiado que se ha lanzado literalmente encima de tu capó….Y no digo nada de un motorista encorbatado que casi se estampa contra una furgoneta que casi se estampa contra un taxi que casi se estampa con un coche que tuvo que requetefrenar para evitar un homicidio involuntario.

En el trabajo he visionado un vídeo de mis compañeros que preguntaban a los transeúntes qué sentían con la victoria de la selección. Mala suerte. Uno estaba borracho como una cuba y tenía un trozo de pizza en la mano, y declaró que «zzzpp nnngggzzz pzzá, jajaja, y hemoj dejado a loj italianoj a verlaj venir». Otro dijo directamente que se la repampinflaba, que, francamente, no le importaba ni le interesaba lo más mínimo, y que él solo sabía que nos acababan de rescatar (la economía) y que de eso no nos contaban nada.

El vídeo se terminaba ahí.

Y ahora están en las televisiones con la guerra de cifras. Hay miles de personas en la Cibeles esperando a los futbolistas que van llegando en su autobús descubierto. Podría haber un millón de personas, dice Matías Prats, que retransmite el trayecto de La Roja hacia su homenaje.

      

En el súper he estado escuchando a las y los dependientes que hablaban entre ellos…del partido de ayer, claro. Un gilipollas de la frutería interrumpió a una pescadera para «bromear»: «pero tú que hablas de fútbol? Las mujeres no habláis de fútbol». Bueno, pues de salmonetes no estaba hablando, la muchacha. Lo que pasa es que a este tio ya lo tengo controlado yo, y tiene pocas entenderas. En el pasillo en medio de los dos pasó una empleada con el cepillo de barrer y dijo, muy sentidiña: «pobres italianos, estaban llorando». Menos mal que la selección italiana fue recibida con amables titulares en la stampa: «Grazie lo stesso!» (gracias igualmente).

Pensaréis que me he ablandado. Pero no. A mí el fútbol me da absolutamente igual, pero estaría bien que fuera solo fútbol. Ni política, ni comercio, ni corrupción, ni millones, ni trapicheos, ni fetichismo ni idolatría. Fútbol.

Estoy viendo la tele desde hace un rato, y a punto de vomitar con las tonterías del cronista. Habla de un equipo de fútbol como de los héroes de la U.R.S.S., la Brigada Lincoln, los astronautas que estrenaron la luna y Dios todopoderoso, todo junto. Mira, una imagen aérea, y desde el helicóptero veo la casa de Charcutería, mi amiga octogenaria. Al lado de la Plaza de España. Por cierto que estuvo muy chunga días atrás y todavía está hospitalizada. La fui a ver cuando la tensión casi la abandonaba y con ella parecía que se le iba la vida. Tenía la boca en una mueca de rendición, los ojos cerrados, un tubo en la nariz y la cara pálida como la puerta de mi armario. La frente fría y la fuerza ausente. Pues bien: le dijeron que abriera los ojos para que viera quién la había ido a visitar, y en cuanto lo hizo, con mucho trabajo, me miró con cara de niña y exclamó (si es que exclamar tan bajito es exclamar): «oooooh! Matesa, cara de frambuesa!»

Pues sí que da alegría una cosa así. En fin, se fue espabilando y el sumum fue cuando le exhibí las croquetas de Rodilla, uno de sus alicientes culinarios, que le había llevado con la esperanza de que le permitieran y le apeteciera tomarlas. Carajo si se las comió! Su sentencia, breve como una sentencia, fue: «a mí lo que me tenían era muerta de hambre!». En fin, pequeños hechos emocionantes. La pena fue comprobar, o confirmar, que no todas las personas entienden o se creen las relaciones entre otras personas. Charcutería me llama mamita y yo a ella pedorra, y es todo cariño. Pero la vecina de cama, que se estaba dejando meter cuccharadas de yogur en la boca, de la mano de su hijo y con cara de asco. dijo sin mirar hacia nosotras: «mira cómo se ríen esas a cuenta de la pobre vieja». Salté como una loba: «Para nada! Para nada, señora! Somos amigas y ella no es vieja, casi nunca hablamos en serio y nos divertimos juntas (nos partimos la caja, aaaay, qué expresión) haciendo la mona lo que nos da la gana. Finalmente, y aunque la crítica de conductas no parecía muy convencida aunque sí su hijo, le obsequié una cocreta, como dijo la obsequiada que, por cierto, encontró que estaba deliciosa.

Bien, pues voy a apagar la tele, que esta no soy yo. Tanta tele, tanto rato, ufffff! Un día confesaré lo incoonfesable. Solo veo dos programas fijos, y eventuales no veo ninguno. Solo si hago un zapping y me encuentro con un documentalazo en la 2 (segunda guerra de la estúpida humanidad mundial, el último emperador de la China mandarina, las entrañables grabaciones en Súper 8 de un aficionado de Barcelona que registró a su familia desde su objetivo durante años (termina con sus hijas adolescentes bailando ye-ye)… Y todo esto es un récord, porque durante casi toda mi vida adulta he mantenido la tele apagada, si acaso últimamente la encendía una media de una vez cada 15 días. Como mucho! Está llena de polvo, pero no por no encenderla, sino porque soy una cochina desordenada. Mira, buen momento para limpiarla. La apago ahora mismo, dejando a la reportera de calle bebiendo una cerveza Cruz Campo, «orgullosa patrocinadora de la Selección nacional desde hace 500 años o más». Un decir.

En el escenario de la Cibeles hay un primate cantando fatal y bailando, mientras el agudo cronista observa que hay muchísima presencia femenina entre la hinchada. Pues que les aproveche a todas.

 La tele, la plancha y un vestido recién planchado.

Pues nada, ahora sí que adiós. Empieza el informativo de la noche diciendo que el incendio de Valencia es espantoso y que se han estrellado dos helicópteros de las tareas de extinción y han caído a un pantano. Todos los ocupantes están heridos y un piloto ha desaparecido. 48.000 hectáreas quemadas. El fuego dura ya demasiados días y, como siempre, según se sabe ahora, resulta que la administración había reducido los efectivos antiincendios hace algún tiempo. Buen ahorro en tempo de crisis. Qué asco.

 El monstruo me tapa la tele, y hace bien.

 

Acerca de mividadelosotros

Repugnada por el periodismo masticable.
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Una respuesta a El día siguiente del oéoéoé

  1. untalmarra dijo:

    epañol-epañol-epañol-epañol……….LA ROJA IS ALL IN ¿epañol?

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